19 dic 2011

El día que la montada atropelló a las Madres


Una formación de la División Policía Montada las embistió por detrás, golpeándolas desde la cima de sus caballos con sus fustas, al tiempo que los efectivos de Infantería las tiroteaban de frente.
Fiesta patria popular”, decían los carteles que engalanaban la Plaza de Mayo el día de la asunción del segundo mandato presidencial de Cristina Fernández de Kirchner, el pasado sábado. Tan sólo diez años atrás, esas tres palabras no podrían jamás haber estado conjugadas en una convocatoria oficial, mucho menos en ese sitio tan representativo de la historia argentina. Cambio de época, que se dice. ¿Cómo explicar si no el merecido homenaje que el lunes 19 de diciembre el Congreso Nacional les rendirá a las Madres de Plaza de Mayo, en las personas de Hebe de Bonafini y Juana de Pargament, de 83 y 97 años de edad respectivamente, una década después de ver descendida a todos los infiernos nuestra institucionalidad democrática?
Por cierto, la rebelión de diciembre de 2001 no vino sola, ni ocurrió porque sí. Varios hechos fueron desencadenándola, lenta pero inexorablemente. El 25 de mayo fue torturada María Alejandra Bonafini, hija de Hebe, en el domicilio que ambas compartían en La Plata. Hasta el día de hoy, el atentado permanece impune. Los atacantes eligieron una fecha muy simbólica, mientras la presidenta de las Madres se encontraba en Brasil, en gira de trabajo. Sintomático.

El recambio ministerial en la cartera de Economía, que en pocos días vio pasar a José Luis Machinea, Ricardo López Murphy y, finalmente, Domingo Cavallo, evidenciaba que la crisis de la Convertibilidad era mucho más grande de lo que se preveía. También lo fueron sus inmediatas consecuencias sociales y políticas.
En junio, las Madres viajaron a General Mosconi, tras la represión a los desocupados de esa región del extremo norte salteño que había dejado dos muertos. Consiguieron ingresar a la ciudad a pesar del cerco impuesto por la Gendarmería sobre la Ruta Nacional 34, que mantenía a la población ocupada militarmente y en virtual estado de sitio. Para las Madres, el gobierno entraba en una peligrosa fase híper represiva, que calificaron de “terrorismo de Estado”, lo que les valió gruesas críticas de sectores socialdemócratas, que todavía creían poder encausar sus demandas dentro de la ortodoxia liberal de la Alianza. Los asesinatos producidos en las jornadas de diciembre les dieron la razón.
En agosto fue votado el primer plan de lucha resuelto por la Asamblea Nacional Piquetera, en La Matanza, que consistía en múltiples cortes de ruta aunque con caminos alternativos de circulación, previstos escalonadamente.
Las Madres acompañaron solidaria y disciplinadamente el esquema, cortando por hasta diez horas la esquina de su sede, pero no se privaron de plantear sus diferencias. Cuando en septiembre las Madres visitaron la 2º Asamblea, objetaron cara a cara a Luis D’Elía y Juan Carlos Alderete por sus cortes de ruta previamente acordados con el gobierno. Las Madres entendían que no era posible establecer diálogo alguno con un gobierno ilegitimado socialmente, en pleno ocaso.
El 10 de octubre, Hebe de Bonafini fue la oradora central de un acto organizado por la “Asamblea abierta contra la farsa electoral”. Llamó a no votar y a la resistencia civil. Cuatro días después, el rechazo a las elecciones resultó masivo e inédito: entre no concurrentes, votos nulos y blancos, los índices de repudio social a los responsables políticos de la crisis rozaron el 50 por ciento.
El 30 de noviembre fue decretado el “corralito financiero”, lo que sumó a la fila de los “indignados” argentinos a los sectores medios. La falta de dinero circulante sumió en la angustia a cientos de miles de familias que sobrevivían en la total informalidad económica.
La 21ª Marcha de la Resistencia convocada por las Madres, bajo la consigna “Resistencia y combate contra el Terrorismo de Estado”; el paro general dispuesto por las tres centrales sindicales (CGT, CTA y MTA) para el 13 de diciembre, y el anuncio oficial respecto del índice de desocupación más alto de la historia, precipitaron el fin.
En la tarde del miércoles 19 de diciembre el país vivía una situación tensa. Ni fiesta, ni patria, ni popular. La declaración de estado de sitio por parte de un balbuceante De la Rúa era un secreto a voces. Desde la madrugada los saqueos a comercios, que venían sucediéndose en los distritos del interior, llegaron al cordón que rodea a la Avenida General Paz. Sumado a ello, dos movilizaciones muy importantes terminaron con represión salvaje por parte de la policía: en Córdoba y en La Plata, ambas protagonizadas por trabajadores municipales.
Para impedir que la reglamentaria aunque antidemocrática medida imposibilitara su habitual marcha, y previendo que la policía iría a vallar la plaza para restringir el ingreso, las Madres de Plaza de Mayo decidieron anticiparse al decreto presidencial, y convocaron al pueblo a acompañarlas al mediodía del jueves 20 de diciembre, para entregarle al todavía mandatario una carta en la que le exigían el cese de la represión, la libertad a todos los presos políticos y el no pago de la deuda externa, entre otros puntos. Era un abierto desafío al Estado represivo, organizado y comunicado debidamente a los medios de prensa, que las Madres concretaron al día siguiente, a pesar del desbande generalizado.
Cuando las Madres, que habían participado de la movilización del 19 a la noche, vieron que la policía se llevaba detenidos a los jóvenes que pasaron la noche en los alrededores de la Plaza de Mayo, resolvieron adelantar su convocatoria. Antes de las 11 ya estaban en la Plaza, instalando su puesto de venta de material, probando las pilas de su megáfono, y entregando a quienes pasaban por el lugar volantes con el texto de la carta que esperaban entregar en la Mesa de Entradas de la Casa Rosada.
Fue entonces cuando una fila de oficiales de la Guardia de Infantería se les paró por delante, con sus armas, cascos y escudos. Mientras una docena de Madres les respondía con cánticos e insultos, una formación de la División Policía Montada las embistió por detrás, golpeándolas desde la cima de sus caballos con sus fustas, al tiempo que los efectivos de infantería las tiroteaban de frente. Sobre un total de 14 Madres presentes, con edades de entre 70 y 90 años, siete resultaron heridas con balas de goma y golpes de bastón.
Las imágenes del cobarde ataque a las Madres recorrieron el mundo entero en tiempo real, provocando que a partir de allí la salida a la calle resultara ya incontenible. Las escenas de golpizas, balaceras y detenciones violentas se multiplicaron, y también las muestras de resistencia popular. Las Madres nunca pudieron entregar su carta a De la Rúa, pero las horas en su cargo del último presidente radical estaban contadas.

FUENTE: Frente Transversal (Por Demetrio Iramain)