23 ago 2010

TRELEW, 22 de Agosto de 1972: LA TRAGEDIA Y LA MEMORIA

El fusilamiento en la Base Aeronaval Almirante Zar, de presos políticos - Todos militantes del campo nacional y popular-, es uno de los tantos hechos trágicos de nuestra historia que debieron esperar la madurez de un pueblo para salir a la luz, y una política proactiva en busca de la Memoria, la Verdad y la Justicia
Tuvieron que pasar 37 años desde aquel 22 de agosto, para que en los Tribunales de Comodoro Rivadavia, se iniciara un proceso de enjuiciamiento de los principales responsables de aquella la masacre.
Los hechos y sus detalles ya son parte de la memoria que viene recuperando buena parte del pueblo argentino con el mismo objetivo: el nunca más.
Como todo hecho histórico pueden hacerse muchas lecturas de aquel cruento episodio dependiendo de la posición político ideológica.
Sin embargo, si algo queda claro, es que no hay justificación alguna para el fusilamiento de 16 presos políticos, rendidos y desarmados. Sin garantías jurídicas, y por orden del gobierno de facto encabezado por Lanusse, se trató de un intento de escarmiento ejemplar para todos los grupos organizados que luchaban contra el imperialismo y contra un gobierno ilegítimo.
Asimismo, este nefasto hecho, ocurrido en 1972, muestra cómo la violencia, la persecución y la tortura, en fin, el terrorismo de estado, estuvo vigente mucho antes del proceso masivo de destrucción y genocidio, cuya fecha de nacimiento generalmente se la reconoce como el 24 de marzo de 1976.
En medio de la nada, altamente vigilados, y con mínimas posibilidades de salir, 135 militantes pertenecientes a agrupaciones con claras diferencias, pero con objetivos semejantes, pudieron organizar desde adentro y con la ayuda de los pobladores que se jugaron el pellejo, un plan de fuga masiva impensado. Con pocos recursos, pero con una poderosa decisión y muchas ganas de vivir para seguir luchando por sus ideales, el 15 de agosto a las 18 hs., iniciaron el operativo de escape.
Dependían de la ayuda externa para el transporte, y de una precisión de cirujano para tomar el penal sin un tiro ni una baja. Como signo de sus convicciones se decidió asegurar la salida de acuerdo a las jerarquías, para lo cual se formaron distintos grupos: un primer grupo de seis, un segundo grupo de 19, y un tercer grupo de 110.
Los que lo lograron:
Mario Roberto Santucho, Enrique Gorriarán Merlo y Domingo Menna , Marcos Osatinsky y Roberto Quieto, y Fernando Vaca Narvaja lograron subirse a un avión secuestrado y refugiarse en Chile, desde donde partirían más tarde hacia Cuba.
Los fusilados:
Rubén Pedro Bonet, Jorge Alejandro Ulla, Humberto Segundo Suárez, José Ricardo Mena, Humberto Adrián Toschi, Miguel Angel Polti, Mario Emilio Delfino, Alberto Carlos Del Rey, Eduardo Campello, Clarisa Rosa Lea Place, Ana María Villarreal de Santucho, Carlos Heriberto Astudillo, Alfredo Elías Kohon, María Angélica Sabelli, Mariano Pujadas y Susana Lesgart.
Los sobrevivientes:
Antonia Berger, Alberto Miguel Camps y Ricardo René Haidar

Como es sabido, el plan falló, en principio por los transportes que no llegaron a tiempo. Como resultado, los primeros 6 lograron abordar el avión; los últimos 110, quedaron en el penal, con el dolor del fracaso, y la esperanza de que al menos sus compañeros lo lograrían.
Los otros 19 llegaron hasta el aeropuerto, donde se rindieron el 16 de agosto ante los efectivos militares, solicitando garantías públicas por sus vidas en presencia de periodistas y autoridades judiciales. Sin embargo, el capitán de corbeta Luis Emilio Sosa los condujo a hacia la Base Aeronaval Almirante Zar de Trelew y en la madrugada del 22 de agosto los detenidos fueron ametralladoras y mataron a dieciséis de los diecinueve detenidos.
La historia siguió, así como las tragedias. De los 10 que lograron llegar a Cuba (6 fugados y 3 que hicieron posible la fuga), 4 fueron asesinados o se encuentran desaparecidos. Numerosos familiares de los muertos en Trelew fueron asesinados o permanecen desaparecidos; algunas familias fueron prácticamente exterminadas.
Los sobrevivientes al fusilamiento, algunos de los abogados defensores y hasta el gurda cárcel que los ayudo fueron asesinados, y/o secuestrados permaneciendo hasta hoy desaparecidos. Incluso Salvador Allende, quien se jugó enfrentándose a los requerimientos del gobierno argentino, fue acribillado en la casa de la Moneda un año más tarde, durante el golpe de estado contra su gobierno…
La Masacre de Trelew, fue el preludio de lo que vendría, con más fuerza destructiva, que convertiría la década de los ´70 en la etapa más oscura y demoledora para miles de argentinos.
Treinta y ocho años después, el contexto es otro. Recuperamos la democracia hace 27 años y puedo decir sin temor y con convicción, que desde hace apenas 7, estamos encuadrados en un proyecto de país que trabaja para repararnos de los estragos de la infamia militar, los intereses neoliberales y las corporaciones que históricamente se han beneficiado de todo ello.
El mejor homenaje que puede hacerse a estos argentinos que dieron su vida por sus ideales, por una Argentina Grande y una Latinoamérica unida, es recordarlos y comprenderlos en el contexto histórico en que militaron.

Hoy son otras las armas que tenemos para pelar por nuestras ideas y convicciones, en gran medida por el sacrificio y la sangre de los que nos precedieron. Y a la luz de determinadas estrategias utilizadas por sectores retrógrados que vacían de contenido a la política y su ejercicio - como herramienta democrática -, tal vez el mejor homenaje para ellos no sea solo recordarlos, sino honrarlos recuperando el sentido heroico de sus acciones, las de una generación que se jugó sin especular, sin vacilar y por sobre todo, sin traicionar al pueblo.